lunes, 14 de marzo de 2011

LA DESINTEGRACION FAMILIAR

Víctor Díaz

La sociedad como la conocemos hoy día, no solo en República Dominicana, si no en casi todo el hemisferio occidental, en la que florece la pérdida de valores a un ritmo alarmante, no tendrá mucho que ofrecer a sus ciudadanos en un futuro cercano, a menos que tomemos conciencia de la necesidad de trabajar para revertir el fenómeno.
Ya no sorprende la cantidad de violaciones a las leyes a través de los distintos crímenes que a diario se cometen, la capacidad de asombro se ha perdido y pareciera como si las sociedades compitieran por el trofeo de quien logre primero llegar a la desintegración.
Desde nuestro punto de vista y analizando la opinión de entendidos en la materia, esa desintegración social se produce en la misma medida que se ha ido desintegrando la familia como núcleo principal del orden social.
La familia que conocimos en la antigüedad, en la que todo el núcleo estaba sujeto al paterfamilias o patriarca, se caracterizó por el respeto al buen nombre de la misma, a la palabra empeñada, al trabajo colectivo como medio para satisfacer las necesidades del grupo.
Nuestros ancestros no muy lejanos, es decir, nuestro abuelos, conservaron hasta hace poco una buena parte de la herencia antigua con relación a la familia y aun hoy día quedan sobrados ejemplos,  pero solo eso, lo que antes era la norma, hoy son sobrados ejemplos, de familias que luchan por mantener intacto el orden, el respeto, la disciplina, la honestidad, la seriedad dentro de sus miembros, padres que se sacrifican por entregar a la sociedad hombres  y mujeres con principios y valores.
La familia de hoy día, y es profundamente penoso de aceptar, adolece de una fuerte disfuncionalidad. Y es que el orden antes existente se ha roto fruto de la necesidad de aumentar la producción para satisfacer las demandas de la creciente población mundial.
 Los hijos, que antes trabajaban junto a sus padres y formaban el patrimonio familiar, hoy tienen que subsistir por cuenta propia, estudiar por cuenta propia y peor aun crecer y formarse por cuenta propia, pues la madre, que antes se dedicaba a su cuidado y formación, a inculcarle valores y principios, ha sido absorbida por una sociedad de consumo que la obliga a insertarse en los medios de producción y relegar a un segundo plano la formación de sus hijos.
La formación de los hijos en el plano familiar pasa entonces a manos de terceros, en muchos casos sin ninguna afinidad o vinculo familiar con el niño, en muchos casos a manos de personas que por sí mismas carecen de la formación familiar adecuada y que por tanto van a mal formar a nuestros hijos. De ahí que más de una generación del presente no respete a sus mayores, ni a sus padres y mucho menos a su prójimo. Los hijos formados bajo este esquema, tienen mayores posibilidades de convertirse en antisociales  o resentidos o delincuentes, que aquellos que son formados por sus padres.
Se puede colegir que la desintegración de la familia es una consecuencia de la incapacidad de las sociedades en producir bienes y servicios con un modelo de trabajo colectivo que priorice la participación del núcleo familiar, y que de mantenerse este modelo, ya no estaremos fomentado la desintegración del núcleo familiar, sino la desintegración de la sociedad misma.
Muchas son las variables que se pueden analizar como responsables de la desintegración social que hoy viven nuestras sociedades y mucho es el trabajo que urge hacer para rescatar el papel principal de la familia como productora de un modelo de sociedad  con sanos y buenos valores y principios.
En nuestro país, a pesar de que existen varias instituciones que trabajan con determinados elementos de la familia, (Ministerio de la Juventud, Ministerio de Educación, Ministerios de la Mujer, entre otros), no existe una política y mucho menos una institución a partir de la cual se tracen las estrategias y se ejecuten las acciones para fortalecer el núcleo familiar como un todo, como un conjunto.
Necesitamos trabajar a tiempo con la más importante de las instituciones de nuestra sociedad, la familia, dándole el carácter que demanda.
La creación del Ministerio de la Familia, donde se concentren todas las políticas dirigidas a su fortalecimiento, es una obligación moral y patriótica que debemos impulsar.