Harris Castillo.-Toda actividad humana aparece difícil, a la
luz de la ignorancia que podamos tener sobre la misma. A pesar de las pocas
limitaciones físicas de la casi totalidad de los seres humanos, nos seguimos
maravillando por eventos o acciones de otros miembros de la especie, en el
entendido de que nuestra falta de algunos dones o talentos nos hacen incapaces
de igualar dichas acciones. Y vemos como sobrenatural que un individuo con ciertas
limitaciones físicas, pueda llevar a cabo acciones difíciles para quienes no
las tienen.
Sin pretender entrar en el campo de la sicología,
nuestra ignorancia sobre las capacidades físicas propias y la poca exploración y
ejercicio a nuestro entramado de circuitos cerebrales, nos impiden ejecutar
acciones extraordinarias. Peor aún, nos impiden ver como normal lo que somos
incapaces de hacer.
El ser humano obedece a una especie de Sanción
Social que, según Robert Cialdini, nos convierte en autómatas seguidores de las
acciones o creencias dominantes en nuestro entorno. Eso explica en parte, por qué
la pobreza reproduce pobreza y la riqueza reproduce riqueza.
Será entonces que existe una sicología colectiva
que reproduce lo que ya existe? Las evidencias son contundentes. Nuestros
pueblos siguen siendo tan pobres o más, de lo que fueron cincuenta años atrás.
Claro que la pobreza medida con los parámetros
“científicos” de los organismos que trabajan el tema, no refleja los aspectos sicológicos
que dan forma a la cotidianidad del individuo.
Medido en acceso a servicios básicos,
esperanza de vida al nacer como consecuencia de la mayor disponibilidad de
dichos servicios y un ingreso que para ciertas regiones del planeta es un lujo
mientras para otras resulta risible, la pobreza aparece como un asunto
meramente material. Es posible que dicho enfoque sea responsable en gran medida,
de la reproducción de una pobreza extrema, tanto en lo material, pero peor aun
en el aspecto de la satisfacción personal.
De acuerdo a esta sicología social o
colectiva, seguiremos siendo pobres en cien años, tanto o más de lo que somos
hoy. Sin embargo ella misma nos ofrece una salida, que nos permitiría revertir
esa abominable sentencia.
Todo pueblo cuenta con líderes naturales,
personas que han trascendido y que por tanto juegan un papel determinante en la
formación de la sicología del conglomerado, tanto como símbolos del logro
material, y como referentes por su apego a principios éticos y morales
heredados y en escasa medida aprendidos.
La incapacidad de dichos líderes en actuar
de manera conjunta, no solo para alcanzar metas materiales, si no y más
importante, para moldear una sicología social con más sentido de pertenencia a
un conglomerado y por vía de consecuencia más satisfacción personal, ha marcado
entre otras razones, el camino que transitamos hoy.
Si queremos revertir el proceso
degenerativo en el aspecto social, debemos exigir la integración unánime de
nuestros líderes (Profesionales, religiosos, comunitarios, empresariales, políticos,
deportivos y gremiales), con el objetivo de diseñar el modelo de sociedad a la
que aspiramos en los próximos veinte años. Lo material se lo exigimos a los
gobiernos.
Y como las ideas, propuestas o sugerencias,
cuando se dejan al aire con él se marchan, considerando como relevante para
nuestro futuro lo antes expuesto y sin consulta previa, sugiero que el primer
paso en este sentido sea responsabilidad de dos Ocoeños ilustres, entre los
tantos con que contamos, que han
mostrado compromiso y que gozan del reconocimiento de toda la sociedad:
Milciades Mejía y Félix Juan Mancebo. Por el futuro de Ocoa, se animan?