Ocoa ha demostrado sobradamente sus
condiciones de pueblo honorable, de principios, de respeto y de apego a unos
valores morales incuestionables, como pueblo. Esto no es limitante a que
algunos de sus hijos hayan desviado el camino y obrado contrario a las enseñanzas
recibidas.
Ocoa no es un pueblo de traidores. Desde su
fundación como conglomerado, Ocoa ha apostado al trabajo y a la solidaridad,
(Las tumbas conuqueras, los postreros, los convites, los velatorios de la agonía,
el plato de comida sobre la palizada, el compadre como extensión del padre, el
maestro como segundo padre, el respeto a
los mayores y un largo etc.)
Ocoa no es un pueblo de traidores. Por el
contrario, ha sido cuna de las ansias de libertad de la nación entera. Cuando
la patria ha estado en peligro, Ocoa ha dicho presente. Defendimos la patria en
el Memiso, lo hicimos en las guerras intestinas, parimos a Severo Cabral, a
Manfredo Casado del Villar, a Papi Tejeda y a Loro Casado. Fuimos albergue y
morada para Luis José Quinn Cassidy, para el Coronel de Abril. Le dimos al país
un Roberto Santana y en nuestras calles camina la dignidad política de la mano
de Placido Alcántara. Ocoa no es un pueblo de traidores.
No es antitético, ni inmoral, ni
cuestionable dejar una parcela política en beneficio de otra, cuando se
entiende, aun equivocados, que los mejores intereses de nuestra provincia no
están bien representados donde estamos. Es una obligación moral y patriótica
oponerse a todo lo que se considera afecta el futuro de todos. Lo que sí es
cuestionable e inmoral, es saltar de parcela en parcela o desde su propia
parcela ser obstáculo a los intereses de la misma o del conglomerado, guiados
por un fin personal o pecuniario. Ocoa no es un pueblo de traidores.
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