Por Harris Castillo.-
¿Cómo puede avanzar una sociedad donde la opinión
de su gente no sea tomada en cuenta? Los
sistemas políticos más avanzados, descansan sobre sus ciudadanos la toma de las
decisiones importantes, tomando en cuenta que los representantes elegidos por
ellos, en muchas ocasiones actúan por criterio propio y no por el interés de
sus representados.
Aparece la figura del referéndum en las
constituciones occidentales a mediados del siglo pasado, sin embargo ya para
1919, se tiene conocimiento de esta forma de participación directa de los
ciudadanos en Sur América. Al Caribe llega
a inicio de los noventa, luego del experimento Colombiano.
El plebiscito, también dota al ciudadano común,
de otra herramienta de participación directa que fortalece su compromiso con el
futuro de su nación.
En sistemas como el norteamericano, los
ciudadanos tienen una importante carga de responsabilidad en el éxito o fracaso
de sus políticas públicas. Son electos los funcionarios del nivel básico del
sistema educativo, quienes tienen entre sus funciones la de administrar miles
de millones de dólares de manera eficiente y sin percibir salarios en la mayoría
de los casos. Son electos los jueces de primera instancia en la mayor parte del
territorio. Son electos los jefes de policía (Sheriffs) provincial (Condados).
Son electos los Gobernadores Estatales, no solo senadores y asambleístas (Diputados).
Lo más importante de estas figuras de participación
del ciudadano en la marcha presente y futura de su nación, es la capacidad de
elegir sin ataduras partidarias. A eso debemos aspirar en nuestro país.
El supuesto voto preferencial dominicano,
no pasa de ser una ilusión vendida por nuestros partidos como un avance real de
nuestra democracia.
El ciudadano dominicano no puede elegir ni
sus regidores, ni su alcalde, ni sus diputados, ni sus senadores, de manera individual.
Todos están vinculados entre sí. El voto
por un regidor está vinculado al alcalde del partido del regidor y el voto por
un alcalde sirve a la nomina de regidores de su organización política; lo mismo
el voto por el diputado arrastra al senador y viceversa. No existe el voto
preferencial. Ha de llegar el momento en que podamos elegir los regidores uno
por uno, los diputados uno por uno, sin importar al partido que represente,
pero eso parece no convenir a nuestro atrasado sistema de partidos.
Hasta alcanzar ese nivel de participación directa
de nuestros ciudadanos, debemos observar las reglas existentes, porque la
ruptura de esas reglas afecta negativamente todo el sistema de valores de la
sociedad misma. Nuestra democracia peligra si las instituciones que la soportan
son débiles y en ella los partidos políticos son determinantes, hasta
fortalecer otras instancias institucionales que garanticen la subsistencia de
este sistema de gobierno.
He defendido, defiendo y defenderé el derecho
de cada quien a apoyar a quien prefiera e invito a ejercer ese derecho sin
temores, porque ello representa un estado de acción consiente, desprovisto de
las ataduras que nos impiden avanzar, entendiendo con ello que no medie la
compraventa, la presión, el chantaje y mucho menos el interés personal sobre el
colectivo.
Los dirigentes de formaciones políticas que
abandonan las mismas por tornarse incompatibles con los principios que ellos profesan,
realizan un acto de patriotismo a emular.
Los dirigentes que dentro de sus
formaciones políticas defienden su interés personal, corroen los valores
morales de toda la sociedad, pues desconociendo el valor del interés mayoritario
de su organización, incitan al ciudadano a desconocer el interés de la sociedad
y defender el propio, y de manera sutil, restan importancia a los valores unidad
familiar.
Más perjudicial a lo señalado en el párrafo anterior para el
destino de una sociedad, está el dirigente que desde su organización política y
defendiendo su interés personal, contraviene los intereses del colectivo y
sirve de obstáculo a las metas de este. Sus acciones generan recelo y
desconfianza colectiva, pues si la credibilidad de los líderes se anula, la
credibilidad de la sociedad desaparece, llevándose de paro la posibilidad de
emprender acciones conjuntas en busca de soluciones comunes.
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