sábado, 6 de febrero de 2010

SECRETO A VOCES

Si existía alguna duda sobre la ingerencia de los sectores recalcitrantes ligados al poder, en el traslado del padre Domino Sobekjo, desde la parroquia de San José de Ocoa, les remito a las declaraciones de Amaurys Santana en el gobierno de Ocoa. (ulisesalcantar.blogspot.com)

Amaurys tiene muy bien ganado el respeto de los ocoeños por la coherencia de sus posiciones y la defensa quijotesca del bien común, por lo que sus declaraciones deben ser bien sopesadas por la dirigencia de nuestro pueblo, pero más aun por el pueblo mismo.

Como dijo el dramaturgo alemán Bertolt Brecht, “cuando el delito se multiplica nadie quiere verlo”, parece que todos nos hemos corrompido y tenemos nuestros corruptos sagrados, lo cual nos impide sacar la paja de nuestros propios ojos.

Podrá explicarse con todos los argumentos disponibles y el pueblo ya dio su sentencia, ya no hay interlocutor creíble del lado de los infames, solo los sostiene el hilo, débil por pasajero, del poder, sujetado por las necesidades de los hijos de machepa, que en su ignorancia planificada cambiaron la dignidad por comida.

Hasta cuando podrán recorrer nuestros caminos sin mas perturbación que el remordimiento, los que se apandillan en contra del pueblo? Hasta que les dure el poder. Aunque sabemos de sus cualidades camaleónicas, el pueblo sabio, por lo bajo y muy quedo, hace circo son sus deshonestidades. Ese pueblo los considera payasos y se ríe de sus muecas haciéndoles creer que son grandes artistas.

Si Ocoa acepta el traslado del padre Domingo, si no exige, hasta lograr, la revocación de esa decisión, habrá perdido una importante batalla frente al avance del oportunismo, cerrando las puertas a una brillante oportunidad para que nos rijamos con transparencia y en beneficio de todos, no de un grupo.

Gracias Amaurys por mantener encendida la llama de la esperanza, dentro de la putrefacción que nos arropa, eres aroma para los dioses y lumbrera en el camino de las tinieblas de la ignominia, pero sobre todo, muro de contención de la impetuosa vorágine de la inmoralidad que nos engulle.

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