Los pueblos
guardan tesoros en sus estructuras sociales. Son los que sirven de referencia
para elevar el orgullo de su gente. Son también esos tesoros, los que iluminan
el futuro por su ejemplo.
Se dice que los
pueblos honran a sus grandes hombres cuando son sus grandes muertos, y si lo
reducimos al plano material y protocolar, es verdad. Pero no es tan simple. Los
grandes hombres (y cito hombres como género, pues es aplicable a las mujeres también),
dejan huellas indelebles en la memoria de los pueblos y los pueblos, por tanto,
los honran en cada acción, en cada movimiento, por eso avanzan.
La familia Pérez,
con sus virtudes y sin querer hacer una apología de ellas, es de esos tesoros
que guarda nuestro pueblo en su estructura social. Un ejemplo de dedicación, de
unidad, de solidaridad, de visión.
Una dinastía que
ha dado brillo a nuestra patria chica, en el derecho, en la política, en la
convivencia.
La muerte física
de Juan Gregorio o Goyo Pérez, abogado, político, gobernador de Peravia sin ser
banilejo, y buen amigo, es solo un traspaso de antorcha a su descendencia.
Antorcha que recibió de su padre y llevó con dignidad.
Mis condolencias
a la familia, a Goyin, heredero de las aptitudes políticas de su padre, a quien
aprecio por su visión desinteresada del servicio social y a Checheo, heredero
de las aptitudes jurisprudenciales de su maestro, con quien compartí las cátedras
en el José Núñez de Cáceres.
Que el orgullo
de haber tenido un padre ejemplar, reduzca el dolor de su partida y que sus
enseñanzas y las de los abuelos refuercen el compromiso de mantener el buen
nombre de la familia. Solo así abonamos a la deuda que tenemos con su
sacrificio.
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